
Por el camino de Milán, que es
ancho y llano y cruza bosquecillos de álamos y castañares, iban en la noche los
tres señores Reyes, y en lo alto la estrella. Cuando la estrella terminó el
viaje, dícese que se soltó del terciopelo del cielo y, cayendo sobre el monte
Ararat, donde posó el Arca de Noé, se rompió. Simón el Mago tenía una chispa de
ella, tal un diamante, en un anillo, y a Luis XI de Francia un italiano quiso
venderle un trocito de la estrella, un espejuelo, para que pudiera ver el ir y
venir de la nobleza insurrecta. También a don Fernando el Católico, un lombardo
que tenía tienda en Medina del Campo quiso venderle otro, pero por aquellos el
rey de España no tenía suelto. Desde entonces, no se vuelve a hablar de esto.
Pero, ¿por dónde andarán ahora
los Reyes, amigos? ¿Llegarán a tiempo a Belén? Quien pudiera, como fra Fabrizzi
en el camino de Milán, verlos pasar por el silencio de la noche, unas alegres
luces bajando hasta un puente de madera, y preguntarle a un paje que va
retrasado –un pajecillo de oscuro rostro que viste una dalmática blanca, y si
te habla se quita una gorrilla colorada, una monterilla con plumas, y va
perfumado con agua de canela–; preguntarle,
digo, quiénes son aquellos altos, nobles y poderosos señores, y oírle ceceando
que son don Melchor, don Gaspar y don Baltasar que van a Belén, y tú pasmas, porque
aquel camino que pensabas que iba a Madrid o a Guadarrama, resulta que va a
Belén, y miras la estrella en lo alto, caminera y dorada, y le agradeces la
noticia al pajecillo, que ya se va corriendo, a tomar de nuevo la brida del
palafrén de su señor…
Se acerca la llegada de los Reyes
Magos, amigos. Para muchos, entre los que me incluyo, es la mejor de todas las celebraciones
navideñas. Esta fiesta es la única magia y fantasía que los adultos en España se permiten celebrar con los niños. Yo sigo creyendo en ellos, a pesar del desengaño que me llegó a la edad de 9 ó 10 años. Y ojalá este año nos traigan los regalos de creer en el futuro de nuevo, y de poder
amar a los demás y de confiar en nosotros mismos, pues necesitamos tales dones más que
nunca para salir de la melancolía y de la crisis.
Todo esto se lo cuento, para
invitarles a que festejen estos días, escriban las cartas, pongan sus zapatos velando su llegada y esperen regalos, y para que lo hagan creyendo en los Reyes magos o no, sean
religiosos o ateos. Mientras esperan les invito a que visiten algunos de los belenes como los que estas
navidades se exhiben en Madrid. Muchos de estos pesebres son históricos o artísticos,
y constituye una feliz noticia que pueda contemplarse alguno en nuestra ciudad
por primera vez.
Me refiero al Belén Napolitano del siglo XVIII, en el palacio de Cibeles, que es novedad, y a los tradicionales Belén Napolitano del Príncipe, en el Palacio Real, y otros muchos como los Belenes del Monasterio de la
Encarnación, del Monasterio de las Descalzas Reales y del Real Monasterio de
Santa Isabel, y otras muchísimas iglesias y conventos. También están el Belén del Ayuntamiento de Madrid, que este año se encuentra en la casa del reloj de Arganzuela o del Museo de Historia. Merecen la pena.
Gracias, me gustó, yo sigo creyendo en los Reyes.. deseo que se cumplas tus peticiones...
ResponderEliminarMuy interesante post. Aca en Chile no se celebran los Reyes, lo cual es una lástima. Saludos
ResponderEliminarMe alegra que hayas vuelto y no hace falta decir nada más.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo
Fandestéphane