domingo, 27 de enero de 2013

MADRID HERIDO

Hace unos días una amiga americana, que volvió a Madrid después de bastantes años, me dijo que encontraba que la ciudad estaba peor que nunca. Yo me extrañé al principio al oír esta afirmación, y le recordé las mejoras de todo tipo que tenía la ciudad desde su última visita. Ella me lo aclaró: “es la gente que va por la calle, está triste, seria, preocupada, lúgubre. Ya no habla ni ríe como años atrás”. Hacía más de diez años que ella no venía y me pregunté qué es lo que había cambiado desde entonces.

Y han venido a mí los recuerdos de las calamidades que venimos sufriendo: el atentado de los trenes de Atocha, del año 2004; la desilusión reiterada de los sueños olímpicos ; los ataques nacionalistas del resto del país; la crisis económica del año 2008 y sus inacabables secuelas del paro y la pobreza; las deudas del Ayuntamiento; los pobres y los emigrantes sin futuro que pueblan nuestras calles; los desahucios; las empresas y las tiendas que cierran; los servicios públicos que no responden cuando más se necesitan. Y también está la impotencia y estupidez de los políticos que pueblan nuestra capital, que son la peor corrupción, lo que se une a su deshonestidad; el fraude de algunos ciudadanos se une a la desidia y la desmoralización de muchos funcionarios, que tanto abundan aquí. Y los madrileños vemos con claridad meridiana que el poder y el dinero campan a sus anchas; y nos lazamos a la calle a manifestarnos contra todo, cada vez con mayor frecuencia: el 15 de mayo en la Puerta del Sol, esa protesta que duró tantos meses; paros en la sanidad, protestas por la educación, los transportes en huelga; acudimos al Congreso a increpar a unos diputados idiotas y que no tienen vergüenza; en las fiestas nocturnas, hay peleas callejeras o algunos jóvenes encuentran la muerte por la codicia de unos viles.
Es verdad que leyendo los periódicos agoreros y paseando por las calles alteradas o grises, sólo parece que existen desgracias, problemas y tristeza, que ya no tenemos fuerzas para sonreír, bailar o beber, sino que sólo protestamos y estamos frustrados.

Pero no nos dejemos deprimir por las noticias en los medios. Porque hay mucho más. Si miramos atrás veremos que igual que esta ciudad hoy está triste y herida, también pasamos en Madrid tiempos peores, de odio y de guerra, de hambre y de postguerra, de crisis. Pero aquellos problemas quedaron atrás y las heridas sanaron. En el periódico leo un artículo denominado Unos americanos en Madrid, en el que se habla de los escritores americanos que situaron aquí sus novelas (Hemingway, Saul Bellow, Barbara Probst Solomon, John Dos Passos…). Algunos de ellos, como Jenny Ballou, vivieron el Madrid de antes de la República, que como ahora estaba plagada de protestas; otros como Dos Passos, sufrieron el Madrid asediado por la guerra y otros, como Hemingway, dejaron en sus obras la crónica de la postguerra.  El escritor Ben Lerner ha puesto de moda Madrid en Estados Unidos con su obra Saliendo de la estación de Atocha. El novelista Shteyngart piensa que en esta ciudad “la fiesta no es que no se acaba, es que es infinita”.
Hay días que uno siente que aquella fiesta hace tiempo que se acabó y que no se repetirá. Pero debemos mirar adelante. No hay nada escrito. El futuro que parece amenazarnos depende sobre todo de lo que nosotros hagamos. Salgamos a la calle, no sólo a protestar, sino a encontrarnos con los amigos, a pasear, a ver exposiciones, al cine o al teatro. Y si hace mucho frío siempre queda la fiesta interior, quedándose en casa leyendo un buen libro, escribiendo cartas a los amigos que están lejos o escuchando buena música.

1 comentario:

  1. A veces parece que sólo la omnipresente crisis existe, pero la vida, a pesar de todo, sigue siendo hermosa. Existen los libros, las películas, la música, las nubes, los árbores, el mar... aprendamos a mirar para equilibrar la balanza.

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