jueves, 6 de diciembre de 2012

LAS MIRADAS DE GOYA

Goya. La familia del infante don Luis Alfonso de Borbón
En estas navidades podremos disfrutar en Madrid de nuevas pinturas de Goya que se unen a las impresionantes que ya tenemos en el Museo del Prado, en la ermita San Antonio de la Florida, en la Real Academia de San Fernando o San Francisco el Grande (¡qué lujo!). Me refiero, en primer lugar, a los 17 goyas que hay en la exposición de Goya y el infante don Luis: el exilio y el reino, que se exponen en el Palacio Real de Madrid.

Goya. La condesa de Chinchón
El cuadro que inspira toda la exposición es el de la Familia del infante don Luis de Borbón (1783), en el cual puede verse a la familia del triste infante, hermano de Carlos III, que un joven Goya retrató cuando intentaba abrirse paso en la corte, y para ello se desplazó al palacio que el infante tenía en  Arenas de San Pedro donde vivía recluido tras su matrimonio morganático. En la esquina inferior izquierda del cuadro, Goya se retrató pintando el cuadro. Lo que más llama la atención es la mirada de una niña de tres años, que observa fascinada al pintor. Esa niña, que se llamaba María Teresa de Borbón, la hija del infante, fue criada y educada en un colegio de monjas de Toledo, lejos de su madre y de la vida mundana.
Años más tarde se convertiría en la condesa de Chinchón, cuando la reina María Luisa concertó su matrimonio con Godoy, el “favorito” del rey y a quien se atribuían amores con la reina. Sea como fuere, lo que cierto es que el ambicioso Godoy tenía numerosas amantes. Godoy tuvo humillada y engañada a su mujer toda la vida. Su retrato, La Condesa de Chinchón (M. del Prado), que Goya pintó en 1800, es uno de los retratos más profundos del pintor y sin duda el más conmovedor y atractivo de todos sus retratos de mujeres, en el que se vislumbra a esa niña tímida, ahora de veintiún años, cuyo aislamiento parece potenciado por el profundo espacio oscuro que la rodea. Tiene un aire perplejo. Parece vulnerable, indefensa y sola. En ese momento estaba embarazada de cinco meses de su futura hija. En cuanto hubo cumplido su cometido de generar descendencia, se retiró a sus ocupaciones domésticas, harta del abandono con que su marido se entregaba a sus numerosas aventuras amorosas. Cuando, tras la guerra de la independencia el matrimonio se separó para siempre y Godoy estaba en el exilio con Carlos IV y la reina, llegó a comentar que odiaba tanto a Godoy que no podía querer a la niña por ser hija suya.

Pero hubo un medio donde no puede negársele a Godoy un cierto mérito. Se trata de su gusto por el arte y por Goya. Encargó numerosos retratos al pintor, y entre otros los de una de sus amantes, una joven malagueña de espectacular belleza sensual, que se llamaba Pepita Tudó, con quien no podía vivir el ministro sin violar las reglas sociales. Godoy nunca dejó de quererla, ni ella a él, y treinta años después de que marchara al exilio en compañía de la pareja real, la muerte de su mujer le liberó al fin para poder casarse con Pepita, cosa que hicieron de inmediato. Los dos retratos que Goya hizo de su amante, fueron los archiconocidos Maja desnuda y Maja vestida, y estuvieron colgados en el gabinete privado de Manuel Godoy. Parece que la vestida se superponía a la desnuda y, mediante un mecanismo de muelles o bisagras, dejaba ésta al descubierto cuando convenía.

Ambos cuadros, que se pueden contemplar en el Prado, se encuentran entre las cumbres de la pintura erótica universal, y parece difícil pensar que estas obras extraordinarias, cuyo misterio no está aún desvelado del todo, no nacieran de la emoción y del apasionamiento, del amor quizá, que sintió el pintor.

Por eso, muchas veces se ha atribuido a la duquesa de Alba la oculta identidad de la “maja”, por pretenderse que tuvo amores con Goya, pero parece que no es ella. En cualquier caso hoy podemos contemplar el magnífico retrato que hiciera el pintor de doña María Teresa Cayetana de Silva, duquesa de Alba. Se encuentra en la segunda exposición de la que quería hablarles, del Palacio de Cibeles: el legado Casa de Alba. Magnífica colección atesorada durante siglos por esta aristocrática familia, que no suele poder contemplarse y que junto con otras obras maestras de la pintura de Murillo, Ribera, Rubens, Tiziano, Durero, Fra Angélico, Renoir, Guardi, Mengs, Chagal, etc., han sacado de sus palacios para solaz de los madrileños y visitantes. No se la pierdan.
En verdad Goya fue un pintor complejo. Vivió y pintó la vida real. Para todo tuvo diferentes miradas, y todas ellas eran propias. Retrató tanto a los representantes del viejo mundo (aristócratas conservadores, miembros de la familia real, o representantes de la iglesia), como del nuevo (intelectuales, ilustrados y políticos progresistas); le fascinaron la brujería y las antiguas supersticiones oscuras, pero también las luces de la razón. Fue hedonista y epicúreo convencido, y a la vez uno de los pocos pintores del dolor físico, las crueldades y humillaciones corporales. Fue sensible y salvaje… Goya era diferente de los pintores de su tiempo, artesanos que se limitaban a retratar y a hacer el trabajo que se esperaba de ellos. Él no podía ver ni experimentar nada sin formarse una opinión sobre ello, y esa opinión se manifiesta en su obra, a menudo de manera muy apasionada. Solía decir “hay artistas de encargo y artistas de capricho”. Él se consideraba entre estos últimos. Por eso nos resulta tan moderno y cercano.

4 comentarios:

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  2. acabo de descubrir tu Nuevo BLOG.....me encanta leerte....y me ha encantado hoy...especialmente.... iremos a la exposición ...el legado de la Casa de Alba...la disfrutaré mucho más después de leer tu artículo.... Besos

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  3. Encantada de leerte de nuevo,
    Me alegra mucho esta nueva etapa, y pienso seguir tus entradas...

    Un abrazo

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  4. No te conozc, vivo en México o y me gustan tus letras, gracias...

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